Empresa en el Top 10 del ranking de reputación corporativa
Hola, te escribo desde Bolivia. Mi historia comienza hace casi 7 años cuando empecé a trabajar en una empresa reconocida en mi país como asistente de ventas. El horario me pareció cómodo y me permitió organizar mi tiempo. Tiene dos turnos: uno de 7 a.m. a 3 p.m. y otro de 3 p.m. a 11 p.m. Cada 6 meses rotamos de turno y cada mes tenemos una supervisora que trabaja durante ese mes. Además, cada 3 meses rotamos el control de inventarios y vencimientos.
Durante el turno de la mañana, de 7 a.m. a 3 p.m., tienes 10 minutos para desayunar y 15 minutos para comer, lo cual no me parecía problemático. Me acostumbré a la forma de trabajo y siempre di lo mejor de mí. Durante estos años, logré ser la mejor vendedora del mes, la mejor vendedora de los 6 meses más críticos, la mejor vendedora del año y obtener la mejor calificación por atención y asesoramiento al cliente durante 5 años consecutivos.
Todo cambió cuando se abrió una nueva sucursal, lo que brindó nuevas oportunidades de ascenso en la empresa. Sin embargo, siempre encontraban obstáculos para que yo pudiera ascender, con reuniones privadas con la jefa zonal, quien me decía: "No te veo en ese puesto, siento que perderás tu brillo y te opacarás ahí, por lo tanto, no es para ti. Pero si quieres postularte, adelante, solo ten en cuenta que nosotras, las supervisoras y yo, tenemos un voto en esa decisión". Me desanimé, pero decidí notificar que me postularía, lo cual fue un grave error. Lamentablemente, no fui seleccionada para el puesto; en su lugar, entró una conocida de una de las supervisoras.
Desde el momento en que confirmaron mi postulación, comenzaron a prohibirme ir al baño. Mi lugar de trabajo estaba a 3 minutos del baño y estaba prohibido dejar la caja sin que alguien la cubriera. También empezaron a apagarnos el intercomunicador, con el que solicitábamos productos a la supervisora para las ventas.
El horario de cena está establecido a partir de las 7 p.m., siendo 4 o 5 personas trabajando por sucursal. Como castigo, me mandaban a cenar a las 10 p.m., indicando que nadie quería cubrir mi puesto. El sueldo aumenta en función de las ventas del mes, pero las supervisoras les indicaban a los clientes que pagaran en otras cajas, lo cual me perjudicaba mucho.
Al comenzar el turno, te decomisan el celular hasta tu salida, pero las supervisoras podían usar sus teléfonos durante el trabajo. Empezaron a criticar mi forma de vestir, el uso de perfume, mi cabello, la forma de hablar y hasta mi físico.
Para los cumpleaños, cada uno se encarga de traer algo y se anota para no repetir. Para mi cumpleaños, decidieron olvidarlo. Una semana después, una compañera preguntó por qué no se había celebrado, y fue entonces cuando les dijeron a mis excompañeras que yo no quería estar allí y que quería irme a la nueva sucursal. El rumor se difundió entre ambos turnos y el resto del personal. Todos empezaron a hablar a mis espaldas, comenzaron a desaparecer cosas de mi locker, como insumos para cenar o tomar té, y mojaron mi ropa de trabajo. Hasta que un día exploté en una reunión mensual y manifesté mi enojo porque también había desaparecido dinero de mi bolso. Nunca quisieron revisar cámaras, lo cual me pareció muy malo. Me dijeron que estaba exagerando, que era una dramática.
En nuestro control de inventarios, tenemos una lista de productos donde revisamos sus fechas de vencimiento y políticas de devolución. Si olvidas devolver algo o algo ya venció y lo encuentra otra persona, te hacen pagar el precio de venta. Los viernes llega mercadería, y todas ayudamos a rellenar salas y bodega. Pero desde entonces, me hacían quedarme hasta las 10 p.m., indicando que debía dar el ejemplo porque llegó en mi turno y teníamos que terminar de rellenar. Lo raro era que solo yo, de 4 personas, me quedaba.
Si durante tu turno roban algo de tu sala, te descuentan el costo del producto. Por políticas, los encargados de cámaras revisan y analizan si corresponde, pero en mi caso todo se me descontaba. Recuerdo que un mes salí con medio sueldo. Lloré de impotencia, diciéndome a mí misma que ya se les pasaría el enojo. Nuestra jefa zonal de todas las sucursales también comenzó a llamar mi atención delante de todos sin tacto alguno, reclamando por un minuto de tardanza, por pedir cambio de monedas, por tener el cabello suelto o por escoger algo mal para ofertas.
Una compañera, igual de cansada, me comentó que llegaría la persona de recursos humanos para el aniversario de la empresa y que podía hablar con ella. Grave error. Creí que esta persona ayudaría a mejorar el ambiente laboral, pero no. Cuando le conté lo del baño, porque ya estaba cansada y había tenido una internación por infección urinaria, respondió: "Si te quejas de no poder ir al baño, simplemente ve al especialista y pide una receta donde indique a qué horas debes ir al baño, y con eso podrás ir". También le comenté que durante mis cortos tiempos para desayunar, almorzar o cenar, mis jefas me ponían a ordenar almacén o hacer inventarios, por lo que no podía comer nada. Me dijo: "Tienes que estar agradecida de que somos una de las pocas empresas que dan ese tiempo para comer algo siquiera. Esta empresa y, cito a la competencia, no da ni un minuto y sus empleados se desmayan y no hacen nada. Acá les damos demasiado y no lo valoran". Me indicó que estaba exagerando y que no hiciera un show de nada. Después de contarle todo lo que escuchaba y me decían de forma directa, estaba agotada. Me dijo que carecía de amor propio y que escuchara podcasts de autoayuda y amor propio. Salí llorando de la reunión.
Nuevamente, empezaron a buscar formas de que renunciara de forma voluntaria o esperaran que cometiera algún error para usarlo de pretexto para despedirme. Desde ese día, decidí que no lo soportaría más y empecé a reunir pruebas de las irregularidades que había presenciado. Conseguí el correo corporativo de la jefa de mi exjefa y de la jefa de recursos humanos con la que hablé. Un día, comencé a redactar el correo y lo tenía casi listo, pero faltaban algunas imágenes que había podido sacar del sistema para que revisaran a detalle con cámaras los descuentos injustos que me hicieron. Las tenía en mi teléfono, así que esperé dos días para enviarlas a mi correo corporativo desde mi correo personal.
El día que iba a mandar el correo, me citaron a una reunión privada con la jefa zonal y en videollamada con la de recursos humanos para obligarme a renunciar voluntariamente. Me llevaron al área de soporte para la reunión y me revisaron de pies a cabeza para ver si tenía mi teléfono, temiendo que grabara la conversación. Ellas ya sabían del correo, pero me dijeron: "Tuvimos una reunión con las supervisoras y se tomó la decisión de que debes retirarte". Les respondí que por qué razón debía hacerlo, y me dijeron que nadie quería trabajar conmigo, que hacía mucho drama. Me preguntaron por qué querría estar en un lugar donde nadie me quería, que no saldría de ahí si no escribía mi renuncia voluntaria. Me dijeron que tenían conocimiento del correo que quería enviar y que no permitirían que lo hiciera, y que si continuaba trabajando, sería aún peor. "Mejor vete ahora y haz otra carrera profesional en otro lado". Les dije que me iría, pero no de forma voluntaria, por el tema del finiquito. Me amenazaron diciendo que si seguía por ese camino, podrían perjudicar mis futuras búsquedas de trabajo. Después de tanto llorar y escuchar sus palabras, firmé y me fui.
Durante el camino a casa, lloré de bronca e impotencia después de tantos años y logros. Todo se fue al caño solo por querer ascender. Días después, recibí el depósito de mi finiquito en mi cuenta, pero tardaron más de un mes en enviarme el certificado de trabajo. Cuando finalmente lo recibí, solo indicaba: "La persona X trabajó desde esta fecha hasta tal fecha en tal puesto, confirma la empresa". Pedí por correo un certificado más detallado con mis logros, pero no respondieron.
Fui a la oficina de trabajo, pero lastimosamente, como es una empresa reconocida a nivel nacional, me dijeron que intentara pedir de forma más cordial mi certificado, que por derechos me pertenece. Aún estoy en espera de dicho certificado, pero ya recibí información de una oferta de trabajo donde mi referencia, es decir, la jefa zonal, indicó que no podía decir cómo fue mi desempeño.
Actualmente, me encuentro buscando un nuevo trabajo, con miedos y algo triste por cómo sucedieron las cosas. Mis jefas, con las que me llevaba bien, me dieron la espalda, lo cual hizo que mis demás compañeras de trabajo se alejaran de mí para no verse afectadas y acosadas por ser mis amigas.