Cuando el recomendado se vuelve una gran carga…

Por: SigilosoHistoriador33 • Industria: Otrohace alrededor de 1 mes

Hola, Eliana.

Soy Ezequiel, ingeniero civil y actualmente Gerente Financiero en una pequeña constructora. Soy responsable de manejar los presupuestos: insumos, mano de obra, subcontratos... todo pasa por mis manos. Entré en abril de 2024, justo después de perder mi trabajo anterior. Este empleo cayó como un regalo divino, y aunque no tenía experiencia en el puesto, me presenté a la entrevista con buena actitud y ¡pum! me lo quedé.

Eso sí, no todo fue fácil. Desde el primer día tuve roces con el Gerente de Proyectos, mi jefe directo, que por cierto, es el último filtro antes de los dueños. Me trataba fatal, me exponía en público, y hubo días en que hasta lloré del estrés. Pero aguanté, me adapté, y él también. Para finales de 2024, ya estaba en paz con el trabajo, con mis tareas, y los dueños hasta me pedían que les recomendara gente. Eso me hizo sentir valioso.

Después de varias veces de evitarlos, un día finalmente me animé a recomendar a un excompañero: Lucas. No éramos amigos íntimos, pero trabajamos bien juntos. Graduado de la mejor universidad del país, inteligente, puntual... y aunque le estaban pagando $45,000 donde estaba, aceptó venirse conmigo por la mitad. Quería regresar a la Ciudad de México y le gustó lo que le conté del ambiente laboral.

Gran error.

Desde que entró en marzo de 2025, todo fue una decepción. Siempre llega desaliñado: sudadera, tenis sucios, sin peinarse, uñas largas, barba descuidada. Pero bueno, eso lo dejé pasar si al menos su trabajo hablaba por él. El problema es que tampoco. Sí, llega puntual. Pero es el primero en alistarse para salir, se tarda semanas con un solo presupuesto, y yo mientras tanto traigo cinco proyectos encima.

No es que me carguen a propósito, simplemente están acostumbrados a que yo saco el trabajo rápido. Entonces, cuando llega algo nuevo, automáticamente me lo asignan. Y ahí está Lucas, atorado con lo mismo desde hace días... o semanas.

Intento decirle las cosas sin confrontarlo, con indirectas suaves para que le caiga el veinte, pero siempre se pone a la defensiva. Dice que los jefes deben entender que "todo lleva su tiempo", cuando hay diez proyectos esperando afuera.

Encima, cometió un error grave en un presupuesto. Uno de los dueños lo notó, y desde entonces como que ya no le hablan tanto... pero ahí sigue, tranquilo, sin presiones. Mientras yo me sigo llenando de pendientes.

El Gerente de Proyectos, que debería estar supervisando, casi nunca aparece. Esto porque actualmente tiene más trabajo en las obras. Ya no está tan pendiente como cuando yo ingresé. Y a mí me cuesta quedarme callado cuando veo que alguien no hace lo que le corresponde, aunque no sea mi empresa ni mi dinero.

No es que lo critique sin fundamento. He intentado entender por qué Lucas se tarda tanto. A veces le pido que me enseñe el presupuesto ya armado para ver qué tanto le metió, cuántos insumos, qué tantos conceptos... y la verdad, no es tanto. Lo reviso y me doy cuenta de que no justifica que se haya tardado semanas. Él lo hace ver como si fuera una carga enorme, pero no lo es.

Además, ya trabajamos juntos antes. En esa empresa hacíamos la mitad de lo que hacemos ahora, sí... pero también teníamos menos tiempo para sacar los proyectos. Entonces, aunque ahora el volumen sea mayor, no tiene sentido que se tarde el doble. Si antes hacíamos la mitad en tres semanas, ahora el doble podría tomarnos ¿cuatro? ¿cinco a lo mucho? Pero no seis ni siete. Esa diferencia sí me frustra, porque sé que él puede hacerlo más rápido. Lo sé porque ya lo vi hacerlo.

Cuando hablé con Lucas sobre el puesto, fui totalmente honesto. Le dije que yo ganaba $23,000 al mes, para que supiera desde el inicio que iba a ganar mucho menos de lo que ganaba en su trabajo anterior. ¿Y qué hizo él? Pidió $25,000... y se los dieron. Todo con tal de que viniera a "ayudarme".

Y digo "ayudarme" entre comillas porque, sinceramente, yo no lo necesitaba. Sí, venían más proyectos, pero yo ya estaba adaptado al ritmo, ya sabía cómo moverme. Mis jefes solo querían evitar que me agobiara con tanto trabajo, y lo agradezco... pero irónicamente, terminé más agobiado con él aquí que cuando estaba solo.

Mi problema no es el trabajo. A mí me gusta lo que hago. Desde que superé el choque con el Gerente de Proyectos (que ahora hasta me cae bien), todo había estado tranquilo. Los dueños me tratan muy bien, son respetuosos, piden las cosas como se deben. No tengo ni una queja del ambiente laboral.

El único tema, el único pero, el único peso muerto que me tiene con el estrés encima... es él. Porque se supone que está ahí para aligerarme la carga, y lo único que ha hecho es duplicármela emocionalmente.

Mi esposo dice que quizá me molesta porque Lucas gana más que yo, pero sinceramente creo que lo que me duele es haberlo recomendado... y que me esté dejando mal.

Se me olvidaba mencionar algo que también me ha hecho ruido desde el inicio: Lucas, desde sus primeros días, no ha dejado de decirme que está buscando otro trabajo. Literal, desde la semana uno andaba revisando vacantes donde le paguen más, pero en el mismo puesto.

Y mira, lo entiendo. En su trabajo anterior ganaba más porque estaba trabajando en la selva, alejado de su familia, en un proyecto de iniciativa pública donde los recursos eran otra historia: infinitos, sin apretarse el cinturón.

Pero aquí, en una empresa privada pequeña, las cosas no funcionan igual. Se le ofreció un buen ambiente, estabilidad, horario decente... y aún así parece estar con un pie dentro y otro fuera.

Por lo pronto, seguiré aguantando a ver qué sucede, pero ya van cuatro meses y solo veo empeorar el panorama.

Comentarios

Cargando comentarios...