El lobo disfrazado de abuelita

Por: Anónimo • Industria: Saludhace alrededor de 1 mes

Hola Eli. Soy médica. En 2022 comencé a trabajar en un lugar nuevo como especialista, luego de finalizar la residencia. Para mí, era un puesto soñado ya que estaba cerca de mi casa (las residencias que hice me quedaban lejos y esos viajes fueron un padecimiento), y la tarea a desempeñar era uno de mis objetivos principales. Cuando empecé, el jefe y mis compañeras fueron muy amables, de a poco aprendí la dinámica y me adapté.

Con el tiempo, empecé a proponer algunas mejoras relacionadas con la organización, ya que nuestros pacientes eran muy complejos y requerían mucha dedicación tanto médica como administrativa (recetas, resúmenes de historia, solicitud de medicación de alto costo). Algunas de mis propuestas fueron aceptadas con gusto.

A los 6 meses, mis compañeros, que tenían puestos de menor carga horaria que yo, cambiaron sus contratos por el mismo cargo que el mío, por ende, todos pasamos a tener la misma carga horaria y sueldo. Pero el tiempo pasaba y ellos seguían yéndose más temprano y no asumían responsabilidades similares a las mías. Cuando ocurrían errores, se me atribuían a mí, y si faltaban cosas, se me pedían explicaciones a mí. Entonces, de a poco, empecé a hablar con mi jefe sobre cómo no me sentía cómoda en esa situación y que sería bueno que los demás trabajaran a la par conmigo. Él me miraba con una sonrisa y me decía: “Es que más no les puedo pedir, renunciarían, y no tengo a nadie para contratar que las sustituya”. Yo, que no sé poner límites, seguí adelante.

Hasta que, al año y medio, cuando por la misma paga me pidieron que coordinara una sala de internación, me senté y pedí un aumento. Esto fue tomado con mucho malestar; el jefe me dijo que eso no se hace, que en cualquier otro lugar me echarían, pero que él es bueno y no lo haría. Pasaron unos meses y finalmente me ofreció el aumento. Lo acepté, pero ahí empeoró todo. Me culpaba por cosas que ni siquiera estaban bajo mi supervisión, me amenazaba constantemente con quitarme el aumento, y cuando un día falté porque mi hijo pasó la noche internado, me dijo: “La próxima tráelo acá, te ayudamos a cuidarlo, así no faltas porque se te va a descontar”. Mientras a mí se me enviaban mensajes semanales recordándome que si llegaba media hora tarde se me descontaba, a mis compañeros les enviaba: “Tranquilo, vemos cómo solucionamos las horas que no viniste para que no las descuenten”, y esto lo sé porque me han mostrado las conversaciones.

Un día, ya muy desgastada, pedí una reducción de horas y responsabilidades para poder ir a trabajar a otro lugar a tiempo parcial. Y nuevamente se intensificó el hostigamiento. Ahora directamente revisaba las historias de mis pacientes de consultorio; si pedía un estudio, llamaba al paciente, lo citaba y le cambiaba la solicitud o se la anulaba. Me sobrecargaba las agendas y ponía a 20 personas para que atendiera en dos horas. En las evoluciones de los internados, hacía aclaraciones al final: “El jefe del servicio no se responsabiliza por la conducta de mi colega”. Así que finalmente decidí irme. Este es mi último mes. No estoy en blanco, facturo y se renuevan contratos cada 3 meses. Así que una semana antes voy a comunicarle mi retiro. No supe poner límites a tiempo, y cuando los puse, no gustó. Tengo una angustia terrible, creí haber encontrado el lugar de trabajo a mi medida.

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