Mi compañera que no sabía excel
Mi trabajo era un sistema 14*7 en la minería y yo estaba encargada de la administración de un área. Cambiamos a un sistema 10*10, lo que requería contratar a alguien para relevarme en mi turno. Al principio, pensé que esto significaría menos carga laboral para mí y más tiempo libre. Sin embargo, no esperaba que mi nueva compañera no supiera usar una computadora. Tanto es así, que tuve que enseñarle desde lo más básico, como copiar y pegar utilizando control c y control v. Fue terrible porque, justo en ese momento, había comenzado otras actividades en mis días libres, pero no podía atenderlas porque siempre estaba pendiente del teléfono para asistir a mi compañera, quien, en teoría, debía tener las aptitudes necesarias para el puesto.
Yo podía entender que no conociera el sistema, pero enseñarle a usar una computadora era otra cosa. Pasé días de mi descanso conectada con ella para enseñarle, hasta que un día me cansé y le dije que debía esforzarse más. Me agoté de repetir las mismas cosas una y otra vez, así que empecé a darle números y contactos de las personas que me enseñaron para que pudiera aprender sola y no depender de mí.
Lo que no sabía era que ella lloraba en la oficina diciendo que yo no le enseñaba nada. Mis compañeros me juzgaron y los jefes dedujeron que no nos llevábamos bien, atribuyéndome inmadurez profesional. Lo peor fue que nunca había tenido problemas y no estaba para juzgarla o reportar su falta de habilidades, así que nunca presenté una queja. Sin embargo, la queja llegó a mí con una llamada de atención por no compartir información con mi compañera, lo cual me pareció muy injusto después de todo el tiempo que le dediqué.
Finalmente, nos incluyeron en capacitaciones de sistemas que yo ya conocía, pero debía asistir porque debíamos aprender lo mismo. Para mí, fue un repaso de mis conocimientos, pero también fue fatal. No porque no aprobara, sino porque al asistir a esas clases debía repartir mi tiempo, llegando incluso a enfermarme de migraña y estrés, ya que estaba preparando mi tesis y las horas semanales que podía usar para descansar las tenía que dedicar a estudiar algo que ya sabía. Ese año aprendí lo que era enfermarse de migraña. Recuerdo que un día, después de salir de mi asesoría de tesis, apenas almorcé y me conecté al curso en un café porque no llegaba a casa y terminé vomitando lo poco que había comido por el terrible dolor de cabeza que no me dejaba en todo el día.
Desde esa fecha, empecé a desconectarme más en mis tiempos libres y aprendí a priorizarme. Con el tiempo, hablé con mi compañera y nuestra relación mejoró porque ella tuvo que aprender sí o sí. Ahora mantenemos una relación formal, pero todo lo que viví y su actitud de victimización me hace desconfiar. Siento que mi historia no fue contada porque no lloré en mi escritorio delante de mis compañeros, pero eso no es motivo para que me llamen la atención a mí, cuando di todo de mi parte por apoyarla.