Las Flipantes Aventuras Laborales de la Capibara – Vol. 01

Por: Anónimo • Industria: Manufacturahace 11 días

Temporada 01 – Inicio y contexto En 2022, mi sobrina —a quien cariñosamente llamo “la Capibara” por su carácter dócil y amoroso— comenzó sus prácticas profesionales en una empresa del norte del país que fabrica artículos deportivos de lujo.

Hija de dos profesionales exitosos (ya separados), decidió quedarse conmigo durante ese periodo, ya que el trabajo le quedaba a 20 minutos, mientras que desde su casa hubiera tardado más de dos horas.

Yo soy ingeniero en sistemas y le enseñé a programar en Excel, a petición suya. Ella ya dominaba Excel completamente y, a sus 22 años, había sido la mejor de su generación. Sin embargo, en lo social era algo rígida: no entendía el sarcasmo ni los dobles sentidos. Por eso algunos la apodaban “la Sheldon Cooper”.

Primera etapa (semana 1/6): El inicio Le asignaron como jefa a Isabel (nombre ficticio), una joven de 24 años que había trabajado duro para llegar a su puesto. Provenía de un contexto difícil, había costeado sus estudios y ya tenía auto, casa propia y un buen sueldo. Además, coordinaba alrededor de 20 líneas de producción.

Mi sobrina la admiró desde el primer momento, considerándola una mujer de gran mérito (además, en lo personal, no era nada fea).

Primeras señales de alerta (semana 2/6) Primera bandera roja: A la segunda semana, Isabel le ofreció recomendarla en otra empresa donde, según ella, le pagarían mucho más y podría comenzar de inmediato. Era extraño que una jefa ofreciera dejar ir tan fácilmente a alguien útil.

Más advertencias: Algunos operarios le advirtieron a la Capibara que Isabel era conflictiva y que el practicante anterior había renunciado a la semana y media. Su madre le aconsejó no hacer caso a los chismes, que hablar mal de los jefes era común, especialmente si eran exigentes.

Inicio del conflicto (semana 2/6) Ya trabajando en planta, mi sobrina notó que Isabel pasaba mucho tiempo en el celular y le delegaba tareas sin mayor supervisión.

La Capibara, siendo proactiva, propuso mejoras basadas en metodologías de optimización. Isabel no entendió mucho y se sintió amenazada, reaccionando mal. Le dijo que nadie sin título universitario le enseñaría cómo trabajar y que tenía cosas que ella jamás tendría. Mi sobrina pensó que había metido la pata.

Abuso y sabotaje (semana 3/6) Con el tiempo, la situación escaló:

Isabel gritaba y humillaba operarios constantemente.

Recursos Humanos no intervenía.

Mi sobrina propuso un plan para reducir pérdidas y fue felicitada por el gerente y el director.

A partir de ese momento, Isabel comenzó a sabotearla: le asignaba tareas inexistentes, se apropiaba de sus reportes, la regañaba en público y se atribuía sus automatizaciones de Excel.

En una ocasión, el gerente le pidió modificar un archivo creado por la Capibara. Isabel no supo cómo y quedó en evidencia. Otro ingeniero comentó: —Eso no lo hizo ella, lo robó de la practicante.

Violencia y manipulación (semana 4/6) Otro practicante le confesó que Isabel era conocida por su carácter agresivo, pero que estaba “protegida” por su cercanía con alguien de RR.HH.

La Capibara llegaba a casa llorando. Isabel ya no disimulaba:

La enviaba a líneas donde no la querían.

Sufrió agresiones físicas con tarimas (afortunadamente, grabadas por una compañera).

Dos operarios fueron suspendidos.

El rumor en planta era que Isabel quería evitar que alguien más tomara su lugar: por cubrir múltiples vacantes, cobraba un bono adicional y no quería compartirlo.

El punto de quiebre (semana 4/6) El gerente la confrontó. Estaba harto de los reclamos, incluso de otros ingenieros, y quería conservar a la Capibara.

Isabel, con actitud manipuladora, le contó a la Capibara sus problemas económicos y le pidió comprensión. Ella, noble, empatizó y creyó que podían terminar en paz. Pero fue solo una trampa.

La traición (semana 5/6) Esa semana, la Capibara enfermó por estrés: le detectaron una úlcera.

Isabel no cambió de practicante como debía, argumentando que mi sobrina estaba aprendiendo bien. A la primera discusión, Isabel le gritó frente a todos:

—¿No puedes? ¿Estás tonta como tu hermano?

La Capibara quedó en shock.

Fue a RR.HH., pero el encargado, ya manipulado por Isabel, minimizó la situación y la culpó por no “saber recibir críticas”. Ella intentó explicar que Isabel la maltrataba constantemente, pero no fue escuchada.

Finalmente, renunció.

El desenlace (semana 6/6) Semanas después, supimos por otros trabajadores que durante la visita de socios, el gerente preguntó por ella y descubrió el verdadero motivo de su salida. Reprodujeron un video donde Isabel la insultaba gravemente. El gerente enfureció con RR.HH., especialmente por encubrirla.

Isabel fue suspendida y enviada al turno nocturno, a una tarea menor. Se reorganizó la estructura y ya no se le asignaron responsabilidades.

¿Y el karma? Meses después, Isabel fue asignada para recibir a un cliente extranjero. El gerente le pidió dar una inducción y traducir al inglés. Pero Isabel trató mal a las operarias, las humilló por su origen social… y todo en un inglés pobrísimo.

Las operarias se rebelaron. Fueron a RR.HH. en grupo. El gerente, al ver el caos, les pidió disculpas y prometió que Isabel no pisaría más planta. Les dieron un bono y movieron a Isabel de oficina.

¿Y luego? Las operarias empezaron a burlarse de ella en inglés: “My name is Rosa”, “I am engineer”. Isabel no decía nada.

El nuevo practicante renunció al mes. El director, al ver la rotación de personal, decidió investigar. Le ofreció al chico quedarse por un buen sueldo. Él se negó, diciendo que no soportaba el ambiente. El director se fue directo a producción y escuchó todo: insultos, robos de ideas, manipulación, encubrimiento.

Isabel fue forzada a firmar su renuncia. RR.HH. quedó en la mira.

Epílogo Después intentaron llamar a la Capibara para ofrecerle disculpas, pero ya era tarde.

Tiempo después, descubrimos que Isabel tomó un trabajo en otra empresa con peores condiciones. Había puesto en LinkedIn que estaba feliz, pero sabíamos que estaba viviendo nuevamente con sus padres y que había perdido su “estatus”.

La Capibara, por su parte, aprendió valiosas lecciones. Hoy trabaja en una empresa internacional, protege sus códigos y mantiene su buena actitud… pero con límites.

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