Pasé de ser la más joven SR a estar fuera del sistema laboral
Cuando tenía 22 años, ingresé a una reconocida empresa multinacional del rubro agroindustrial. Comencé trabajando bajo contrato a través de una agencia, como muchos otros, pero con el tiempo fui la única del grupo a la que decidieron contratar directamente. Mis compañeros me recomendaban constantemente, lo que facilitó mi paso a planta.
Desde el inicio, mantuve una relación cordial y respetuosa con el equipo. Siempre estuve dispuesta a colaborar más allá de mis tareas formales, sin descuidar lo principal, y aprovechaba cada oportunidad para aprender. Aunque no tenía estudios específicos en el área agroindustrial, mi curiosidad, disciplina y autoexigencia me llevaron a investigar y entender procesos, manejando información que incluso mis jefes desconocían, aunque fueran detalles pequeños.
Con el tiempo, gané la confianza del equipo y obtuve reconocimientos y ascensos. A los 26 años ya ocupaba un puesto de Senior, algo poco común para alguien de mi edad. Más allá del título, el sector había crecido el triple desde que ingresé, y mi aporte fue visible. Sin embargo, empecé a notar cierta falta de reconocimiento. A pesar de mis habilidades y disposición para asumir tareas extras, comenzaron a excluirme de nuevos proyectos.
Al principio no lo tomé personal, pero con el tiempo dejé de aceptar todo sin cuestionar, y eso quizás incomodó a algunos. En lo personal, mi vida mejoró mucho gracias al sueldo y al apoyo de mi madre, que me permitía vivir con estabilidad. Viajé, disfruté y compartí esos momentos en redes sociales, lo cual quizá generó cierta distancia con mis colegas.
Al año siguiente, decidí hacer mi ciudadanía. La experiencia fue dura por temas familiares de salud, así que regresé. Hoy, el mercado laboral en Argentina, especialmente en mi ciudad, está muy difícil. Hace poco me encontré con mi exjefa en un restaurante. Me saludó de forma amable y cariñosa: "¿Volviste?" Ahora ella es la gerente de toda la torre.
No guardo rencores, pero recuerdo que otra jefa, muy cercana a ella, fue totalmente distante en mis últimos días. Ni siquiera se despidió con cortesía: me hizo pasar al frente en una reunión para explicar por qué me iba, sin mucho más. Apenas vinieron algunos a mi despedida. Fue doloroso, pero seguí adelante.