De un despido injusto a otro ambiente hostil

Por: Telegram • Industria: Otrohace alrededor de 6 horas

Hola, hace tiempo que te sigo y miro tus videos. Decidí contar mi historia porque veo mucha negligencia en el rubro y nadie hace nada.

Trabajo en una estación de servicio como pistera/playera.

Todo empezó con un despido por “mala conducta” totalmente injusto. Cometí un error laboral (cargué un combustible que no era) y en todo momento admití que fue mi error y que no tenía problema en hacerme cargo. La empresa no aceptó y me suspendió una semana, sin tener siquiera una llamada de atención previa. Al reintegrarme trabajé una semana y me despidieron. No entendía por qué me echaron por “mala conducta”. Consulté con abogados especializados y, con pruebas y testigos, ganamos. Yo solo pedía lo mínimo y que cambiaran el causal porque no correspondía.

Después de ganar necesitaba trabajar (estaba sola en la capital y mi familia vive en el interior). Tras días buscando y dejando currículums en cualquier rubro, caí en otra estación de servicio. Para mi “suerte”, a los dos días me llamaron, pero no para un proceso de entrevistas convencional: entré directo a trabajar. Solo tuve una breve charla con la dueña y listo: “ponete el uniforme y en pista te muestran las instalaciones”. Al salir me presentaron a los encargados y me explicaron tareas, horarios y sueldo. Eran horarios y francos rotativos, y un sueldo que no era acorde a las responsabilidades. En mi desesperación por trabajar lo acepté pensando en las propinas.

El encargado que me tenía que mostrar las instalaciones lo hizo con toda la mala onda del mundo, con comentarios como: “si dejás una miga acá, voy a hablar para que te echen” o “si no vendés nuestra marca de aditivos, lamentablemente voy a tener que decir que te echen”. Intentaba darle un tono de lástima, pero se le notaba la diversión que le daba jugar con la desesperación de los demás. Mi cabeza me decía: “¿qué hacés acá?”, pero necesitaba trabajar.

Pasaron los meses y me integré bastante bien al grupo. Me recibieron bien; tenía más afinidad con dos compañeros que me iban marcando de quién cuidarme y demás. El encargado mala onda empezó a hablarme bien y a sacar temas de charla, pero yo siempre me mantuve reservada porque no me cerraba: tenía sus favoritos y eso no me copaba. Era una injusticia que a ellos no les llamaran la atención y a los demás nos cuestionaran todo.

Uno de esos favoritos (con problemas con el alcohol) faltó un día y fueron a buscarlo a su casa. Ese mismo día, ese encargado me dice: “¿Mañana, si te llamo a las 7, venís?” Yo entraba a las 15:30. Le dije que no había problema en cambiar el horario porque me servía. Entonces me tira: “¿No harías doble horario? De 7:30 a 15:30 y de 15:30 a 23:30”. No acepté bajo ningún término. Era uno u otro. El trabajo consiste en estar parada 7 horas y media y atendiendo a un público bastante pedante (muchos políticos y gente de barrios privados). Eso derivó en quejas y una breve discusión con el gerente.

Autocrítica: no voy en contra de mi moral ni de mis intereses personales. Soy una persona reservada y trato de cumplir con mi trabajo lo mejor posible dentro de mi horario. Si alguien no me cierra por sus actitudes, me alejo. Trato de ayudar en todo, pero mantengo distancia, y me di cuenta de que eso a veces cae mal, jajaja.

Esta fue mi introducción a la empresa. Como pasaron muchas cosas con distintas personas, las voy a enumerar.

Hay varios compañeros y, por obvias razones, les cambio los nombres.

Pedro (alcohólico): tenía una compañera (la despidieron) con la que me llevaba muy bien dentro y fuera de la empresa. Pedro tuvo un problema con ella que incluyó insultos delante de los encargados. Ellos se rieron… y a la que despidieron fue a ella.

Por tener muy buena relación con una compañera, P. se generó un problema conmigo al punto de insultarme por mi físico. Nunca tuve un cuerpo “wow” ni obesidad; en ese momento estaba en un bajón y, por ansiedad, subí de peso. El uniforme era camisa rosada y pantalón de trabajo. Un día, mientras estaba atendiendo, P. empezó con insultos como: “puta, pedazo de puta”, y los demás se reían, hasta que el detonante fue: “mírenla, Peppa Pig”.

Me quejé con los encargados y no hicieron nada. Fui con el gerente y tampoco: solo habló con él, y P. lloró porque su madre estaba enferma. No me iba a quedar así; fui a Recursos Humanos y nos reunimos con la dueña. Si bien tuvo su reprimenda, el gerente optó por suspenderlo… en su día libre.

Además, me hacían trabajar una hora y media sola con él. Sus actitudes eran ir al baño a fumar y comer en la pista mientras yo atendía los autos; a la gente les decía “mi compañera ya te atiende”, y yo estaba con dos o tres a la vez. Se quejaron los clientes (no yo) y lo notificaron. Después de todo eso, tomé distancia y RR. HH. decidió no dejarme trabajar sola con él.

M. (cajera): con las cajeras es algo generalizado que, según su día, así te tratan; pero con ella fue distinto. Como era “amiga” de P., obviamente se enteró de todo lo sucedido y de que tuve que reunirme con la dueña para que dejaran de faltarme el respeto. Se encargaba de tratarme mal delante de la gente, cobrarme de más por alguna boludez o tirarme el cambio.

Cuando necesitamos ir al baño, los que están medianamente limpios son los de adentro, y los pisteros tenemos acceso (más las mujeres). Yo trataba de ir una sola vez, porque si iba más de dos me retaban; tenía que administrarme bien las horas, jajajaja. Un día cualquiera fui al baño y, delante de toda la gente, M. me gritó: “Ese baño es solo para clientes. ¿Vos sos clienta? No. Bueno, andate al de afuera”. Por lo general evito el conflicto o, si tengo una situación con alguien, trato de resolverla en privado (como se debe). Ya cansada, le dije que bajara tres cambios, que no tengo por qué aguantar faltas de respeto de una desconocida y que, si tenía algún problema personal conmigo, me hablara después de su turno y se resolvía.

La dejo por ahí. Hay mucho más.

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