Mi primer trabajo administrativo
Hola, Eliana. Mi nombre es Marce, tengo 48 años y he trabajado desde muy joven. Fui la menor de siete hermanos hasta los nueve años, cuando nació mi hermanita. A los 11 años, ayudaba a limpiar los salones de mi escuela con la portera al terminar la jornada escolar, y por las mañanas, antes de ir a la escuela, cuidaba las ofertas de una tienda de ropa y zapatillas cerca de mi casa, que exhibían en la vereda.
Tuve que dejar la escuela secundaria para trabajar y cuidar de mi hermanita, ya que era la más joven y mis hermanos debían trabajar. Con el tiempo, ellos se fueron casando y dejando la casa. Solo quedamos una hermana mayor que yo, mi hermanita, que recién comenzaba la primaria, y yo con 15 años. A los 18, ya estaba trabajando en casas de familia limpiando. La situación del país nunca fue fácil y, obviamente, el dinero nunca alcanzaba.
Con el tiempo, empecé a estudiar el secundario nocturno y, al terminar, comencé a hacer cursos contables, ya que me gustaba la contabilidad. Estudié para ser asistente contable en pequeñas y medianas empresas y luego me inscribí en la facultad para estudiar una tecnicatura en administración de empresas. Cuando estaba en el segundo cuatrimestre, trabajaba en casas 10 horas por día y luego iba a la facultad hasta las 22 horas todos los días. Me llamaron de una empresa maderera porque les había gustado mi perfil, ya que la universidad donde estudiaba había proporcionado mi CV.
Me realizaron una entrevista y fui seleccionada. Mi jefa era una persona maravillosa, me enseñó mucho y ella dice que aprendió mucho de mí. Trabajábamos ambas junto a la dueña de la maderera. Con el tiempo, fui escalando de auxiliar administrativa a tesorera de la empresa. Unos meses después, mi jefa directa decidió cambiar de sector, y entonces la empresa quiso profesionalizar el área y contrataron a una persona con el título de actuario. Estaba muy contenta porque pensaba que iba a aprender mucho de ella, ya que tuve que dejar mis estudios por trabajar de lunes a sábado muchas horas al día y debido a la pandemia.
Al principio, todo iba bien, pero un día, al hablar con un compañero al que yo le controlaba la caja, me dijo que se había equivocado. Le respondí que podríamos hablar con Angy para ver cómo resolverlo. Él entendió que debía hablarlo directamente con ella, y a los dos minutos, la tenía en la puerta de mi oficina gritándome como loca, preguntándome qué me creía para darle órdenes. Mi compañero solo entendió mal, pero ella se lo tomó muy mal y, en lugar de investigar qué había pasado, vino a gritarme. Quise renunciar, pero yo era la mano derecha de los dueños, les hacía hasta tareas personales, y aunque me lo remuneraban de una u otra forma, tenía acceso a cosas que ella no. Por lo tanto, no me dejaron renunciar.
Así fue escalando todo hasta que ella comenzó a decir que si en mi caja central tenía 200 mil de más, me hacía la psicológica de que me había robado el doble. Tenía muy malos tratos con todos, pero nadie se quejaba. A los meses, pidió mi despido y, después de más de seis años en la empresa, en agosto de 2024, me despidieron. Te aseguro que pasé una semana con pesadillas por esta señora y, al despertar, me decía: "Tranquila, Mar, ya todo pasó".
Estuve un par de meses sin trabajo y conseguí uno nuevo al que renuncié a los tres meses por lo mismo. El maltrato es terrible. Hoy, hace cinco meses que estoy de jefa de auditoría en un centro de llamadas de ventas en Belgrano. Tengo a cargo a cuatro personas y estoy tratando de ser la mejor líder, porque no quiero ser solo una jefa. Trabajo junto a mi equipo, jamás los regaño ni les grito. Cuando hay problemas, les pregunto cómo podemos solucionarlo y ellos se sienten parte de la resolución del problema.