De Guatemala a Guatepeor

Por: MisteriosoInformante78 • Industria: Otrohace 21 días

Con 28 años y una década de experiencia como estilista, sentía que su trabajo en el salón de belleza de una amiga cercana ya no era lo que solía ser. Aunque había dedicado más de tres años de su vida a ese lugar, el ambiente se había vuelto pesado y hostil, consumiendo su pasión.

Fue entonces cuando una de sus clientas de toda la vida, una mujer dedicada a la venta de autos, le hizo un comentario casual: "Quisiera abrir mi propio salón de belleza". Él, sin tomarlo muy en serio, respondió: "Yo te ayudo y te oriento". Lo que pensó que era una broma, para ella fue una propuesta real. Con su experiencia, él era la persona perfecta para guiarla. Así, en un local pequeño, nació una nueva oportunidad. La idea era simple: él llevaría a su clientela fiel, y la dueña se encargaría de promocionar el salón, atrayendo nuevos clientes.

### El Despertar de la Realidad: Las Primeras Grietas

En los primeros dos meses, la realidad comenzó a golpear. La dueña, que se suponía saldría a mercadear y promocionar el negocio, se quedaba todo el día en el salón. Aunque su presencia era inevitable al ser la dueña, su comportamiento se volvió una fuente de incomodidad. El salón de belleza es un espacio de relajación y confianza para las clientas, que buscan no solo un cambio de look, sino también un momento para desahogarse. Sin embargo, con ella allí, observando cada movimiento y opinando sobre el trabajo del estilista, el ambiente se volvió tenso.

Las clientas se sentían incómodas y él frustrado, especialmente porque la dueña, sin ninguna experiencia en estilismo, criticaba sus técnicas frente a ellas. Era como si, sin darse cuenta, ella misma estuviera disparándose al pie, menospreciando el talento del estilista en el que había confiado para montar su negocio.

### La Prueba de Fuego: La Pérdida de una Clienta y el Golpe Final

Un día, una clienta del salón anterior del estilista lo llamó, buscando a su exjefa. Al enterarse de que él ya no trabajaba allí, decidió ir al nuevo salón para que la atendiera. Ella quería hacerse unas mechas, un trabajo que en el viejo salón costaba $120. En el nuevo local, los precios eran un poco más altos, y el precio de las mechas era de $140. Él, queriendo cerrar el trato y asegurarse de que la clienta se quedara, le ofreció un tratamiento adicional y le pidió a la dueña si podía ajustar el precio para que todo quedara en $160.

Pero ella se negó rotundamente. Insistió en un precio de $140 solo por las mechas, y el tratamiento a $55. A pesar de los intentos del estilista por explicarle que era una estrategia para atraer y fidelizar a la clienta, la dueña no cedió. Al final, la clienta decidió que era demasiado caro y prefirió volver con la antigua jefa. La oportunidad de conseguir una nueva clienta se esfumó.

### La Gota que Derramó el Vaso: Una Traición de Confianza

La situación se volvió insostenible con un incidente que fue la gota que derramó el vaso. Una chica del mismo edificio fue al salón para un tinte, cuyo precio era de $65. Él lo comunicó en el grupo de WhatsApp del salón, y la nuera de la dueña, que maneja la facturación, envió la factura a la clienta.

Al día siguiente, la clienta se acercó al salón y le dijo a la dueña que había recibido una factura por $50, pero que él le había cobrado $65. La clienta, con la mejor de las intenciones, quería que la diferencia de $5 fuera para él como propina. Pero la dueña reaccionó de la peor manera posible. En lugar de aclarar la situación, le dijo a la clienta: "Disculpe, no entiendo por qué él aumenta los precios".

Con esa frase, dejó al estilista como un estafador frente a una clienta nueva, cuando en realidad $65 era el precio correcto. El daño estaba hecho. La confianza se había roto por completo.

Ahora, él se siente desesperado. Puso toda su ilusión en este proyecto, solo para encontrarse con una situación de falta de apoyo, de menosprecio a su trabajo y, lo que es peor, de una traición a su confianza. Sabe que tiene que irse, pero ¿cómo empezar de nuevo?

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