Mi doble laboral: cómo mi amiga y yo compartimos una identidad en el trabajo

Por: Anónimo • Industria: Comerciohace 2 días

Trabajé durante cuatro años de forma remota en una empresa, bajo un esquema totalmente informal: apenas seis días de vacaciones al año (sí, 6), sin feriados, sin aguinaldo y sin derecho real a descansar. Durante las "vacaciones" seguían necesitando que estuviera atenta al teléfono para confirmar ciertas reservas porque usaban mis cuentas personales para algunas tareas administrativas. El clima laboral era extremadamente hostil. Mis jefes se comunicaban a los gritos, escribían en mayúsculas y controlaban cada aspecto de mi actividad. Si en dos minutos no respondía un mensaje, comenzaban a llamarme. Cuando faltaba dinero y no encontraban al responsable, nos descontaban a todos una parte del faltante. El nivel de presión era asfixiante. Además, los horarios eran un caos absoluto: la empresa tenía el personal justo y constantemente nos hacían cubrir las horas de otros. Eso incluía hacer doble turno, entrar antes porque alguien llegaba tarde o quedarse más tiempo porque otro se iba temprano. No existía una mínima organización ni respeto por la vida personal.

Después de mucho tiempo en esas condiciones, decidí formarme y buscar una salida. Quise inscribirme en un curso de cuatro meses, pero la empresa se negó a darme un mínimo margen para poder estudiar, ya que para ellos cada empleado era simplemente "mano de obra reemplazable". Yo, igualmente, quería hacer el curso, pero no podía darme el lujo de perder el trabajo. Entonces hablé con una amiga que necesitaba un ingreso extra: le propuse cubrirme durante esos cuatro meses. La única condición fue que nadie se enterara de que no era yo. Le di mis accesos, le expliqué cómo funcionaba todo, y ella aceptó. Mientras tanto, yo solo me presentaba a las reuniones y cobraba el sueldo para luego pasárselo. Gracias a este acuerdo, pude completar mi formación.

Cuando finalicé el curso, logré encontrar algo mejor, relacionado al curso que completé. Y como en esa empresa la rotación era altísima, cada vez que alguien renunciaba, yo intentaba recomendar a mi amiga (que en realidad ya estaba trabajando en mi lugar desde hacía tiempo), pero la rechazaban sistemáticamente. Paradójicamente, ella siguió ahí más de un año, cumpliendo con el trabajo de forma excepcional. Con el tiempo, tanto mi amiga como yo pudimos irnos definitivamente de ese lugar. Me hubiera gustado revelar la verdad y decirles que esas palabras finales de "agradecimiento" eran en realidad para ella, pero no quise meterme en líos. Hoy, las dos trabajamos en lo que nos gusta, con un ambiente laboral sano y respetuoso.

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